Madre Tierra
VOLVER22 de abril, un día para reflexionar
Nuestra Tierra es un mundo fascinante. Cuando observamos algunas manifestaciones de sus fuerzas naturales como los terremotos, erupciones volcánicas, tormentas y huracanes, nos sentimos empequeñecidos ante su poderío.
Sin embargo, el planeta es a la vez frágil frente a nuestra capacidad de modificar el entorno a escalas que ninguna otra especie puede alcanzar. En los últimos 250 años, a partir de la revolución industrial, la humanidad se convirtió en una fuerza de presión sobre los recursos naturales provocando cambios globales tan veloces y de tal magnitud que están llevando al límite la biocapacidad de la Tierra. De continuar así, el impacto sobre la biodiversidad, sobre los ecosistemas y sobre una serie de procesos físicos y químicos que ocurren en el planeta será potencialmente irreversible. Y en ese momento, no solo estaremos comprometiendo la sustentabilidad de nuestra civilización ahora y a futuro. También estaremos diezmando cientos de otras especies que comparten el planeta con nosotros.
En la Tierra todo se relaciona y autorregula. La circulación Global Oceánica de las corrientes marinas es un factor fundamental para la regulación de la temperatura en todo el planeta. Cambios en la temperatura media de la Tierra como los que se vienen registrando podrían modificarla con consecuencias difíciles de predecir.
También la atmósfera está incluida en este proceso. El crecimiento de las actividades industriales y el transporte, la cría intensiva del ganado, sumado a la tala de bosques y selvas para superficies cultivables aumenta cada vez más el aporte de gases de efecto invernadero.
Un efecto invernadero que es necesario y útil para mantener la temperatura de la Tierra dentro de los límites que precisa la vida, pero que en exceso puede ocasionar derretimiento de masas de hielo, cambiar el clima de las zonas frías afectando a las especies que allí viven o incluso modificar el régimen de vientos alterando las condiciones de humedad de una región.
La Tierra es un sistema, un complejo y delicado sistema en el que componentes físicos, químicos y biológicos se encuentran en permanente interacción, equilibrándose todo el tiempo.
La modificación de alguno de los componentes más allá de ciertos límites puede desencadenar cambios impensados que alteren por completo el funcionamiento del sistema.
Las relaciones existentes entre los diferentes biomas son necesarias, y muchas veces sorprendentes. Por ejemplo, todos los años toneladas de polvo del desierto del Sahara, rico en nutrientes, son transportadas por la circulación atmosférica y llegan a la selva amazónica contribuyendo a su fertilidad. A su vez, la humedad de la selva alimenta las cuencas de ríos sudamericanos y evita la aridez en regiones aledañas.
En otros casos el efecto de esas relaciones puede ser grave. El plástico que descartamos en las ciudades se degrada en trozos muy pequeños en el mar y otros cuerpos de agua. Se incorpora al ciclo del de evaporación y precipitaciones y termina cayendo con la lluvia o la nieve en sitios muy alejados de las zonas urbanas. Una demostración contundente de cómo la contaminación puede impactar a muchos kilómetros de distancia de su punto de origen.
A lo largo de sus 4500 millones de años de existencia el planeta fue cambiando, sufriendo transformaciones, algunas catastróficas, otras lentas y graduales medidas en escalas de tiempo geológicas, imposibles de registrar en el lapso de una vida humana.
En cada ocasión emergieron condiciones diferentes a las anteriores. Desde hace aproximadamente 11.000 años la Tierra se encuentra en condiciones ambientales favorables que permitieron el desarrollo de la agricultura y el florecimiento de las sociedades humanas.
Pero hoy, este mismo planeta que permitió el desarrollo humano está siendo afectado por nuestra forma de vivir y consumir recursos naturales a un ritmo vertiginoso. Y ese impacto sobre el ambiente repercute más tarde o más temprano, sobre nosotros mismos.
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
“la frecuencia con la que los microorganismos patógenos saltan de otras especies animales a las personas está aumentando debido a la insostenibilidad de determinadas actividades humanas. Pandemias como la ocasionada por el brote de COVID-19 son un resultado previsible y pronosticado de la forma en que el ser humano obtiene y cultiva alimentos, comercia y consume animales, y altera el medio ambiente.”(1)
No sabemos en qué derivarán los drásticos cambios que estamos impulsando en el planeta. Lo que sí sabemos es que la Tierra posee un enorme potencial para acomodar esos cambios y construir nuevas condiciones de equilibrio. Modificaciones de ecosistemas, de ciclos climáticos, aparición y extinción de especies son elementos comunes en la historia de nuestro planeta y continuarán ocurriendo. .
Seguramente la Tierra asimilará incluso los cambios que nosotros podamos provocar. La gran pregunta es si estaremos aquí para verlos y seremos capaces, como especie de sobrevivir a ellos.
Es momento de un cambio en nuestra forma de consumir, producir, y vivir...si es que queremos seguir habitando la Tierra.
(1) informe PNUMA: United Nations Environment Programme and International Livestock Research Institute (2020). Preventing the Next Pandemic: Zoonotic diseases and how to break the chain of transmission. Nairobi, Kenya.
Texto: Adriana Ruidíaz, Diana Sierra y Magdalena Ruiz Alejos
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