Día Internacional de la Madre Tierra

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El Día Internacional de la Madre Tierra es celebrado en varios países el 22 de abril e instaurado para concientizar a la humanidad sobre la importancia de reconocer a la tierra como nuestro hogar y conservar sus ecosistemas y biodiversidad. Hace especial hincapié en reconocer la interrelación entre el estado de los ecosistemas y las actividades humanas sobre el planeta, para alcanzar un equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales actuales y de generaciones futuras.

Se originó en 1970 en Estados Unidos, y la conmemoración fue promovida por el senador estadounidense Gaylord Nelson quien tuvo la idea de organizar una jornada de manifestaciones por todo el país, para concientizar a la población. Nelson concibió el día como un encuentro entre docentes y alumnos universitarios y uno de sus objetivos principales era lograr la máxima participación de ambos, eligiendo una fecha que no coincidiera con exámenes o vacaciones de primavera, y un día (miércoles) en que hubiera más estudiantes en los campus por la lejanía del fin de semana. Se seleccionó finalmente el 22 de abril de 1970 y la jornada fue bautizada como “Día de la Tierra”, aceptando el consejo de un amigo suyo que trabajaba en publicidad.

Miles de centros educativos de EEUU (desde la enseñanza primaria hasta la universidad) se sumaron a la convocatoria y el primer “Día de la Tierra” reunió en manifestaciones a lo largo y ancho de Estados Unidos a 20 millones de personas que salieron a reclamar por un medio ambiente más saludable.

Posteriormente, la convocatoria se fue consolidando año tras año. Y en el 2009, a petición de Bolivia, la ONU cambió la denominación a “Día Internacional de la Madre Tierra” en "reconocimiento de que la Tierra y sus ecosistemas sustentan nuestras vidas".

En ese mismo año, un grupo de científicos de renombre internacional, de la Universidad de Estocolmo, fueron liderados por el director del Centro de Resiliencia de Estocolmo, Johan Rockström, en un estudio dirigido a identificar procesos que regulan la estabilidad y resiliencia del sistema Tierra (las interacciones de la tierra, el océano, la atmósfera y la vida que proveen las condiciones de las que dependen  las sociedades).

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El equipo de científicos propuso 9 procesos, con límites planetarios cuantitativos (valores) dentro de los cuales la humanidad puede desarrollarse y prosperar actualmente y en el futuro, disfrutando de una cierta estabilidad ambiental. Superar esos umbrales críticos (es decir, cruzar esos límites) aumenta el riesgo de generar cambios en el ambiente especialmente abruptos o irreversibles que pueden afectarnos directa o indirectamente.

Los 9 procesos identificados como críticos en 2009, sufrieron una actualización en 2015 y hoy por hoy consisten en:

1- Cambio climático.

2- Cambio en la integridad de la biosfera (pérdida de biodiversidad y extinción de especies).

3- Disminución del ozono en la capa más alta de la atmósfera.

4- Acidificación de los océanos (el CO2 emitido por actividad humana, se disuelve en los océanos formando ácido carbónico que altera la química de las aguas oceánicas, tornandolas más ácidas y si se supera el umbral crítico, puede afectar la vida marina).

5- Alteración de los ciclos biogeoquímicos (del fósforo y del nitrógeno).

6- Cambios en el uso de la tierra (deforestación, uso para agricultura, para urbanización, etc)

7- Uso del agua y alteración del ciclo hidrológico global.

8- Carga atmosférica de aerosoles (partículas microscópicas en la atmósfera que afectan al clima y los organismos vivos).

9- Introducción de entidades nuevas (contaminantes orgánicos, materiales radiactivos, nanomateriales y microplásticos).

Para el año en que se establecieron los límites planetarios (2009), tres de estos ya habían superado sus umbrales críticos como resultado de la actividad humana: cambio climático, pérdida de integridad de la biosfera y ciclos biogeoquímicos alterados (fósforo y carbono) y para 2015, se incorporó a la lista uno más, los cambios en el uso de la tierra. Asimismo, dos de ellos (cambio climático e integridad de la biosfera) son considerados centrales, lo que implica que alterarlos llevaría a nuestro planeta a un nuevo estado, modificando otros parámetros relacionados.

En palabras de uno de los científicos que estudian estos umbrales Will Steffen de la Universidad Nacional de Australia “Transgredir los límites aumenta el riesgo de que las actividades humanas pudieran llevar al sistema tierra a un estado mucho menos hospitalario, dañando los esfuerzos para reducir la pobreza y llevando a un deterioro del bienestar humano en varias partes del globo, incluso en países ricos”

Sin embargo, no está todo perdido. Las sociedades necesitan entenderse como parte de un sistema natural mayor y modificar su perspectiva, hacia una donde el planeta y sus recursos, en lugar de estar a nuestra completa disposición, sean aprovechados de acuerdo a los parámetros de sustentabilidad que tienen en cuenta las necesidad actuales y especialmente futuras de la población.  Los límites planetarios no determinan cómo las sociedades deben desarrollarse, pero conocerlos ayuda a determinar cuál es el espacio seguro para hacerlo y a brindarle a quienes toman decisiones (referentes políticos, gerentes de industrias, líderes de organizaciones) las herramientas para decidir el marco de acción en el que deben operar sectores económicos o sociedades para reducir el riesgo.

No se trata de no utilizar nuestros recursos, si no simplemente de encontrar la forma de evitar un daño a corto o a largo plazo en la fuente de esos recursos o el ambiente que los provee. De lo contrario, seremos nosotros, los seres humanos, una de las especies más extendida en todos los ambientes de la tierra, quienes estemos poniendo en riesgo nuestra supervivencia.

Si queremos un planeta sano para el futuro, para la próximas generaciones que serán nuestros hijos y nietos, no podemos esperar ni un segundo más.