8 de Marzo: Día Internacional de la Mujer

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El 8 de marzo es el día de la mujer. La fecha conmemora un hecho trágico, en el que 120 empleadas de una fábrica textil perdieron la vida reclamando por la igualdad de los derechos laborales.
Las estadísticas muestran que en nuestro país las mujeres ganan en promedio un 27,2% menos que los hombres, esto sin considerar la falta de equidad en la distribución de las tareas domésticas.

 

En el ámbito de la Ciencia y la Tecnología la labor de las mujeres no estuvo siempre reconocida como un trabajo, o al menos un trabajo con igual remuneración que sus colegas varones. Las mujeres no entraron en la Historia de la Ciencia por la puerta grande. Conquistaron su lugar a fuerza de talento, perseverancia y coraje para luchar contra prejuicios de toda índole. Son incontables los ejemplos de “hermanas de”, “esposas de” que hicieron notables contribuciones a diferentes disciplinas científicas en forma honoraria y que podían acceder a los laboratorios universitarios sólo en virtud del parentesco.

 

Hasta fines del siglo XIX el ingreso de mujeres a las Universidades fue un hecho excepcional y limitado, sólo podían hacerlo como estudiantes. La genial matemática rusa Sofía Vasilyevna Kovalévskaya fue la primera en lograr un cargo como profesora en Europa, en la Universidad de Estocolmo en 1883.
Recién pasada la mitad del siglo XX se permitió el ingreso femenino a las Sociedades Científicas, y es notable en caso de Marie Sklodowska Curie que no fue admitida en la Académie Royale des Sciences francesa ni aún después de haber obtenido su primer premio Nobel.

 

En Argentina, el acceso de las mujeres a estudios superiores de produjo a partir de la década de 1880. Desde comienzos del siglo XX la participación femenina en las universidades fue aumentando paulatinamente, aunque bastante restringida a las carreras relacionadas con la educación, las letras y la salud, consideradas más afines a la “naturaleza femenina”. En la actualidad, la matrícula de estudiantes se reparte equitativamente entre varones y mujeres (aunque las proporciones varían según áreas de conocimiento) Sin embargo, una vez recibidas, las mujeres investigadoras acceden en menor medida que sus colegas varones a niveles superiores de la carrera científica, cargos directivos en Institutos del sistema científico-tecnológico y universitario. Para las trabajadoras de la ciencia también existe el “techo de cristal” que limita el progreso profesional de las mujeres en otros ámbitos profesionales.

 

Una reivindicación de aquí a Marte

 

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El Programa ExoMars es una misión conjunta de la ESA (Agencia Espacial Europea) y Roscosmos (Agencia Espacial Federal de Rusia) que tiene como objetivo buscar indicios de la posible existencia de vida en el planeta rojo.
La primera etapa (lanzada en 2016) consiste en un orbitador equipado para monitorear el metano y otros gases en la atmósfera marciana y un módulo de aterrizaje, que lamentablemente se estrelló por una falla en los instrumentos.
La segunda etapa (prevista para 2020) incluirá un vehículo de exploración que tomará muestras del subsuelo en un área antiguamente cubierta de agua y que pudo haber estado colonizada por vida primitiva.

 

 


Es una práctica común bautizar los vehículos y sondas espaciales con nombres alusivos, iniciales de los instrumentos u objetivos de la misión, o de científicos que hicieron importantes aportes a algún campo de estudio relacionado.

 

El rover de la misión ExoMars llevará el nombre de Rosalind Franklin. La elección es más que adecuada, ya que esta científica británica realizó una contribución clave en el descubrimiento de la estructura del ADN, molécula fundamental que contiene la información genética en los seres vivos.


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El papel de Franklin en esta investigación fue históricamente relegado, aunque gracias a la imagen que logró mediante técnicas de difracción de rayos X y sus mediciones precisas otros investigadores -James Watson y Francis Crick- pudieron dilucidar la estructura de doble hélice de los ácidos nucleicos. Estos dos investigadores, junto con Maurice Wilkins, el jefe del laboratorio en el que trabajaba Rosalind (quien compartió los resultados de su investigación sin su conocimiento) recibieron en 1962 el premio Nobel por este descubrimiento. Lamentablemente Rosalind había fallecido de cáncer de ovario unos años antes, y como las reglas del premio Nobel no permiten distinciones póstumas su contribución no fue reconocida.

 

Teniendo en cuenta la brecha de género que existía en ese momento en el ámbito científico y que aún persiste, nunca sabremos si  ella también hubiera estado nominada de haber seguido con vida. Según su hermana, Jenifer Glyn, debido a su carácter retraído "la idea de convertirse en una suerte de icono feminista habría sido muy extraña para ella". Sin embargo, a pesar de este sentimiento el nombre de Rosalind Franklin se ha convertido en símbolo de la discriminación y menosprecio que han sufrido las mujeres en el quehacer científico. Como tardío reconocimiento Royal Society del Reino Unido estableció en 2003 el premio Rosalind Franklin para ayudar a las mujeres en la ciencia. Y ahora se la homenajea bautizando con su nombre el rover que buscará indicios de formas de vida en el planeta rojo.