A 51 años de la llegada del hombre a la Luna

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51 años de la llegada a la Luna

20 de julio de 1969 -  2020

  “Un pequeño paso para el hombre pero un gigantesco salto para la humanidad”

                                                                                                                     Neil Armstrong

 

pisada

 

Una gran hazaña  espacial

El 20 de julio de 1969 un astronauta caminaba por primera vez  en una magnífica desolación, la Luna. Aún hoy resulta asombroso aunque pasaron 50 años: dos hombres, Neil Armstrong y Edwin Aldrin, caminando a los tumbos en otro mundo. Mientras  su compañero, Michael Collins, los esperaba pacientemente en órbita. Aquel día, el planeta entero se paralizó. La humanidad  miraba asombrada la transmisión en sus televisores blanco y negro.

El episodio abrió las puertas a una nueva era espacial. La era en la que el hombre sale finalmente de la Tierra para proyectarse hacia el universo cercano.

La misión Apolo 11 fue aquel gran salto para la humanidad. Y lejos de ser un episodio aislado o caprichoso fue el espectacular resultado de casi toda una década de largos y costosos preparativos científicos y técnicos, sueños y esfuerzos, éxitos y fracasos.

Después de 50 años, esperamos con  ansias el demorado y ya no tan lejano regreso a la Luna.

 

Proyectos Gemini y Mercury: los antecedentes

La Era Espacial arrancó con una sucesión de enormes hazañas soviéticas que despertaron el asombro mundial

 

    sputnik

    El primer satélite (Sputnik, 1957)

     

    Laika, Yuri Gagarin  y Valentina

    El primer ser vivo en el espacio (la perra Laika),  el primer cosmonauta en órbita (Yuri Gagarin, 1961) y la primera mujer cosmonauta en órbita (Valentina Treshkova, 1963).

     

    Ante semejante avanzada y en el  marco de la Guerra Fría, Estados Unidos y su flamante agencia espacial, la NASA, buscaron ganar el terreno perdido. En mayo de 1961, el presidente de los Estados Unidos, J. Kennedy anunció el objetivo nacional de enviar astronautas a la Luna “antes del fin de la década”. Inmediatamente la NASA puso manos a la obra siguiendo un plan largo, complejo y ordenado.

     

    El Proyecto Mercury

    Fue un programa espacial que tras algunos vuelos “suborbitales” puso varios astronautas en órbita terrestre entre 1962 y 1963, entre ellos, al famoso John Glenn.

     

    john Glenn

     

    Para dar el gran salto y llegar a la Luna,  hacía falta construir cohetes de lanzamiento más potentes,  lograr mayor maniobrabilidad de las naves (incluyendo movimientos de encuentro y acoplado), conseguir mejoras informáticas (tanto en hardware como software) y, por supuesto, astronautas con mayor cantidad de horas en el espacio, es decir muy entrenados.

     

    El Proyecto Gemini

    Fue un programa  espacial que incluía importantes progresos. Luego de dos ensayos sin tripulación, en marzo de 1965, un cohete Titán II puso en órbita a astronautas.

    Tres meses más tarde, durante una misión orbital de 4 días, Edward White salió de su cápsula y realizó una “caminata espacial” (algo que  ya habían logrado los soviéticos: Alexéi Leónov  el 18 de marzo de 1965).

     

    Caminata espacial

     

    A fines de 1966, luego de varias misiones, la NASA dio por finalizado este exitoso programa de vuelos. Acumulando vueltas y vueltas a la Tierra y entrenamiento de astronautas.

    Los cohetes y  cápsulas de los Proyectos Mercury y Gemini prepararon el camino de lo que vendría poco más tarde.

    Pero antes de mandar astronautas a la Luna había que conocerla mucho mejor. No alcanzaba con lo que revelaban los telescopios. Hacía falta explorar su superficie en detalle para saber, por ejemplo, si el terreno era firme. O para elegir lugares de descenso seguros, sin peligrosos cráteres a la vista. Y para eso, la NASA envió toda una flotilla de pequeñas sondas lunares no tripuladas.

     

    Los robots exploradores

    En forma paralela a las misiones Mercury y Gemini, la agencia espacial NASA desarrolló tres programas de exploración lunar con naves robots.

     

    Proyecto ranger

     

    Tres sondas del Proyecto Ranger transmitieron a la Tierra detalladas fotos de la superficie de la Luna (antes de estrellarse intencionalmente).

    Ranger 7, primera imagen de la Luna de una sonda de EE.UU., el 31 de julio de 1964, 13:09 UT, unos 17 minutos antes de impactar en la superficie lunar.

    Entre 1966 y 1967, cinco naves robot Lunar Orbiter se pusieron, justamente, en órbita de la Luna, estudiando y fotografiando en detalle su relieve. El Proyecto Surveyor tenía como objetivo bajar en la Luna.

     

    luna orbiter

     

    Todo comenzó muy bien: en junio de 1966, el Surveyor 1 posó suavemente sus tres patas en terreno selenita, y transmitió miles de fotos y valiosos datos. Surveyor 2, en cambio, se estrelló.

    Surveyor 3 estuvo muy bien (analizó la composición del suelo lunar y midió su solidez), pero la 4 también se estrelló.

     

    surveyor

     

    Con más éxitos que fracasos, todas estas naves no tripuladas trazaron un perfil de la Luna mucho más completo que el que existía hasta comienzos de los años ’60.

     

    Proyecto Apolo

    El Proyecto Apolo es el que permitió  la llegada del hombre a la Luna.  Su gran desafío era superar las enormes dificultades  que implicaba llevar astronautas hasta la superficie lunar, y traerlos sanos y salvos de regreso a la Tierra.

    Para comenzar, hacía falta un nuevo cohete, más potente y más confiable que los anteriores. Así surgió  Saturno V, un monstruo de más de 100 metros de altura, con potentes motores alimentados con hidrógeno y oxígeno líquidos como combustible y destinados a vencer la gravedad terrestre y ponerse en ruta hacia la Luna.

    Para llevar astronautas a la Luna, la NASA construyó tres componentes: un “Módulo de Servicio” (que llevaría oxígeno, combustible y cohetes para maniobrar al acercarse a la Luna), un “Módulo de Comando” llamado Columbia, con capacidad para tres astronautas (que sería la nave principal) y, finalmente, el “Módulo Lunar”  llamado Eagle (“Aguila”) de descenso.

    modulos

     

    Al llegar a las cercanías de la Luna, uno de los astronautas se quedaría en órbita en la nave, mientras que sus dos compañeros bajarían a la superficie en el Módulo Lunar. Todo un proceso  nada fácil.

    Tras una serie de inconvenientes (en especial con Apolo 1), en diciembre de 1968, la Apolo 8 transportó a tres astronautas (Borman, Lovell y Anders) que se convirtieron en los primeros  humanos en escaparse de la gravedad terrestre y acercarse a  la Luna.  No bajaron, pero lograron ver lo que ninguna persona había visto directamente: la cara oculta de nuestro satélite.

    Y algo más: en el viaje de ida, la tripulación del Apolo 8 apuntó una cámara de televisión hacia la Tierra. Y por primera vez, la  humanidad vio a su planeta desde el espacio. Un verdadero hito.

     

    El viaje del Apolo 11

     

    El Apolo 11 despegó  de cabo Kennedy, Florida, a las 9.32 de la mañana (hora local) del 16 de julio de 1969. Durante el lanzamiento, Armstrong, Aldrin y Collins, sentados boca arriba en una pequeña cápsula –ubicada en la parte más alta del poderoso Saturno V– sintieron que tenían un volcán a sus espaldas.  Para escapar de la gravedad terrestre, los cohetes rugían y  se escuchaban  a kilómetros de distancia.

     

    despegue

     

    Apenas 90 segundos después del despegue, la primera etapa del Saturno V se desprendió, y cayó hacia la Tierra. Lo mismo ocurrió unos minutos más tarde con su segundo tramo. Ya en el espacio, la tercera etapa –llevando a los 3 astronautas, y a los módulos– entró en órbita terrestre. Y toda la misión pasó a ser controlada desde el centro de control de Houston, Texas, en Estados Unidos.

     

    Durante unas 3 horas en órbita alrededor de nuestro planeta, la tripulación chequeó todos los equipos. Luego Apolo 11 puso la proa hacia la Luna.

     

    equipos

     

    Después de tres largos días, finalmente, entraron en órbita lunar. Fueron momentos muy críticos. Armstrong y Aldrin se pasaron del Columbia (el Modulo de Comando), al Eagle (“Aguila”), el Módulo Lunar. Y tras varias vueltas a la Luna, Collins –que se quedó en el Columbia– accionó el mecanismo de separación de ambas naves: a bordo del frágil Eagle, sus dos compañeros iniciaron el descenso final.

     

    Descenso

     

    El alunizaje

    “Houston..., aquí base Tranquilidad, el Aguila ha alunizado.”

    Las palabras de Neil Armstrong fueron recibidas con gritos, aplausos y alivio en Houston.

    Eran las 15.17 del 20 de julio de 1969 (16.17 en la Argentina). Con el combustible al límite, y a sólo 40 metros de un gran cráter –que pudo ser esquivado por una maniobra de último momento– el Eagle se había posado en el Mar de la Tranquilidad, una suave llanura volcánica, de cientos de kilómetros, cercana al Ecuador de la Luna.

    Pero antes de salir del módulo, Armstrong y Aldrin se pasaron varias horas descansando, comiendo, recibiendo instrucciones, y chequeando todos los sistemas de la nave.

    Cuando todo estuvo listo, Armstrong abrió la escotilla, se asomó, encendió una cámara de televisión, y mientras bajaba lentamente la corta escalera, recitó su célebre “un pequeño paso para un hombre, un gigantesco salto para la humanidad”.

    A las 22.55 de aquel 20 de julio de 1969 (hora de Houston, 23.56 en Argentina), el hombre pisaba la Luna por primera vez.

    Bajo un insólito cielo negro con Sol a pleno y estrellas por todas partes (por la falta de atmósfera), el comandante del Apolo 11 dio sus primeros pasos en aquel suelo gris, rocoso y polvoriento, como cubierto de ceniza. El traje no era nada cómodo y además tuvo que adaptarse  a la rara experiencia de la débil gravedad lunar  que hace que todo en la Luna sea más liviano (un sexto de la gravedad terrestre).

    Unos minutos más tarde, se le sumó Aldrin y juntos contemplaron un paisaje extrañamente bello. Con absoluta espontaneidad, el segundo ser humano que pisó la Luna dijo: “Bonito... bonito..., una magnífica desolación”.

    La misión Apolo 11 fue seguida por televisión por más de 1000 millones de personas en todo el mundo. Proporcionalmente, la mayor audiencia televisiva de la historia. Fue la primera y única vez en que toda la humanidad estuvo pendiente de un solo hecho que no fuera una guerra, una pandemia, un mega atentado o un desastre natural.

     

    Dos horas de paseo lunar

    Luego de colocar la bandera estadounidense y charlar brevemente con el presidente norteamericano Richard Nixon, Armstrong y Aldrin empezaron su misión científica. Sacaron fotos, colocaron una cámara de televisión, recolectaron más de 20 kilos de rocas y polvo lunar, e instalaron algunos instrumentos: un sismógrafo, un medidor del viento solar, y hasta un retrorreflector, un aparato que –mediante un rayo láser apuntado desde nuestro planeta– permite medir la distancia Tierra-Luna (aún hoy funciona).

    También hubo momentos especialmente fuertes y simbólicos. A poco de bajar, ambos astronautas leyeron una placa metálica anexada a una de las patas del Eagle: “Aquí, hombres procedentes del planeta Tierra pisaron por primera vez la Luna en julio de 1969 d. C. Vinimos en son de paz en nombre de toda la humanidad”.

    Armstrong y Collins también llevaron y dejaron en suelo lunar un disco grabado con mensajes y saludos en distintos idiomas, medallas enviadas por las familias de cosmonautas y astronautas.

     

    caminata lunar

     

    Mientras todo esto sucedía en el Mar de la Tranquilidad, Michael Collins, a bordo del Columbia, orbitaba a la Luna a 112 kilómetros de altura. Y experimentando la más profunda de las soledades que ser humano alguno haya vivido –especialmente cuando sobrevolaba el hemisferio nocturno de la Luna, y no veía ni siquiera a la Tierra– esperaba el regreso de sus compañeros.

    Tras dos horas y media de caminatas por la superficie selenita y después de dormir unas horas, Armstrong y Aldrin dejaron la Luna a bordo del tramo superior del Eagle. Y poco más tarde, se reencontraron en órbita con Collins iniciando el regreso a casa.

    En la mañana del 24 de julio de 1969, los tres astronautas a bordo del módulo Columbia amerizaron – con paracaídas – en el Océano Pacífico. Y fueron rescatados por la marina estadounidense.

     

    amerizaje

    Habían pasado 8 días, 3 horas y 18 minutos desde la partida en el Centro Espacial Kennedy.

     

    Otro viajes del programa Apolo

    El Apolo 11 fue el primer desembarco humano en la Luna. Pero no el único.

    Aquel viaje fue seguido por los Apolo 12, 14, 15, 16, y por último, en diciembre de 1972, el Apolo 17. Y cada uno fue estirando los tiempos de permanencia y los réditos científicos. Fueron 6 los viajes a la Luna. Y doce los astronautas que caminaron por su superficie.

    De pronto, la NASA canceló los Apolo 18, 19 y 20 por razones  económicas (costos hiper millonarios) y porque Estados Unidos ya le había ganado la carrera a la Luna a la Unión Soviética.

    Por último, y no menos importante, ya se había perdido la magia. A la gente dejó de interesarle la Luna.

    Después de 40 años,  la NASA comenzó la vuelta con sondas espaciales como Clementine,  LADEE; LRO (Lunar Reconnaissance Orbiter), LCROSS  y Luna Prospector de la NASA

    Otros países también llegaron a la Luna con sondas automáticas como la serie Chang'e  de China

    Chandrayaan-1  de la India. Los rusos están envíando la serie  de sondas Luna . Ya se lanzó la 25 y se proyecta a futuro las  26 y 27 

    Todas estas sondas  estudian  y fotografían nuestro satélite natural buscando agua y hasta posibles lugares de futuros alunizaje.

     

    Pequeños recuerdos del gran viaje 

    Las misiones volvieron a la Tierra con más de 380 kilogramos de rocas lunares que fueron distribuidas para su estudio a universidades, agencias espaciales, museos, Estados e instituciones científicas de todo el mundo. En todos los casos los exámenes de la estructura de las rocas demostraron que estaban compuestas por elementos químicos que son difíciles de encontrar en las de la Tierra. 

    En el Museo del Planetario atesoramos algunas rocas de la Luna,  pequeñas en tamaño pero inmensas para el recuerdo de esta gran aventura de la humanidad.

     

    Por, texto original: Mariano Ribas y adaptación: Graciela Cacace